BEREBERES
El pueblo Berebere fue el dominante de todo el norte africano y del Sahara, desde las cercanías de Marruecos, hasta Egipto, incluyendo Etiopía.
En el mundo europeo, recibieron varios nombres, como, libios por los griegos, o moros por los medievales caballeros, término que proviene de la palabra maurus, el nombre dado por los romanos a este pueblo. Maurus es el habitante de Maritania, la provincia romana del Africa, que se corresponde con el actual Marruecos, derivándose de aquí, moro. Aunque también los romanos, le llamaron Numidios.
Sus extensiones, no solo se corresponden con los territorios que distan desde Marruecos a Egipto, más exactamente hasta el oasis de Siwa, sino que, además, es el pueblo berebere el padre de la raza canaria, llamada Guanches, siendo Canarias y sus islas, una prolongación de sus ancestrales dominios.
La existencia de este pueblo Ètnico, se remonta al 10.000 a.C., la Època del final de las glaciaciones, la Època de las inundaciones europeas, el nacimiento selvático del Sahara, y los tiempos de las pinturas de Tasilli, siendo hombres de esta etnia, los autores de las más de 15.000 pinturas rupestres rojizas del desierto libio.
Los bereberes nunca usaban este término para identificarse, e incluso para muchos es una expresión peyorativa, pues significa bárbaro en lengua latina. Ellos se auto definen como Amazigh, “Hombre libre”, y éstos aparecen en todas las incursiones bélicas, de los tiempos pasados, con los imperios fenicios, griegos y romanos. Son sus restos y los textos de estas culturas, que realizaron incursiones bélicas en la zona, los datos que nos remontan a una antiguedad casi edémica.
La religiosidad actual es islámica, pero aún persisten acentos de su ancestral y legítimo culto. Pues el pueblo berebere tenía un credo panteísta y natural, con la creencia en la existencia de espíritus naturales o elementales. La importancia de este pueblo, no solo se aleja en los días diluvianos, si no que a lo largo de su historia, ha aportado grandes hombres y nombres para la historia. Personajes como Ptolomeo de Mauritania, los teólogos cristianos san Agustín, Cipriano de Cartago, Tertuliano, el papa Melquíades, o los emperadores romanos Septimio Severo, Caracalla y Macrino, o el rey Yugurta de Numidia, que apoyó el bando romano, en las guerras celtíberas; son bereberes.
Mas no solo dieron hombres para la historia, también dominaciones que llegaron a rozar los adjetivos de reinos y casi imperios. Es el caso del imperio Almohade, o los Almorávides, los monjes-soldados del Sahara, que se expandieron en la edad media como un imperio islámico, por toda Mauritania, Sahara occidental, Marruecos, y mitad del sur español y portugués. El llamado reino andalusí. Y esto ha de estar muy presente en la mente del lector, durante toda la lectura de este trabajo.
El reino Andalusí fue alzado por la mano de los almorávides bereberes.
Los movimientos expansivos del pueblo berebere, también están sujetos a la caída de los monzones y la desaparición de la selva sahariana. Como su aparición en el 10.000 a.C., que los hizo extenderse desde el oeste marroquí y canario, hasta las tierras mesopotámicas, siendo catalogado este pueblo como fuente o padre de las naciones antiguas.
Los textos antiguos sobre los sumerios, quienes habitaron desde un principio la zona sur mesopotámica, el delta del Tigris y Eufrates, afirman que eran aquellos los que habían conseguido sobrevivir al diluvio, y bajaron desde la montaña de Ararat, Turquía, donde quedaría el arca de Noé parada, al topar con tierra. Movimientos Ètnicos, procedentes del Este, que provinieran del monte Ararat, de Mesopotamia son pocos los datados, y no coincidentes con las descripciones de éstos, pero si son concluyentes los llegados desde el oeste, y muy similares a las características físicas, de las descripciones de ellos. Pues los sumerios, se autodefinían como los de las cabezas negras, y esta característica de piel negra, sería de etnias procedentes del este africano, las cuáles partían del tronco familiar berebere.
Este hecho histórico también se ve respaldado por la contraposición de culturas, de las distintas regiones, ya que los afamados gigantes y cabezudos, que aparecen en las pinturas rupestres de Tassili, hechas por los bereberes prehistóricos, comparten su presencia con la cultura sumeria y griega, que ambas hablan del tiempo de los gigantes y héroes.
Los movimientos bereberes, no solo fueron expansivos hacia el este africano, si no también hacia el norte, por lo que las culturas mediterráneas europeas, como la griega, también fueron contagiadas por los cultos saharianos como vemos en los griegos.
TIN HINAN, PRINCESA BEREBERE
Es este uno de esos extraños casos, donde el mito se alía con el paso del tiempo y los hechos del hombre, y abandona su morada lejana para pasar a la historia arqueológica. Al principio, la presencia de la princesa berebere Tin-hinan, una gigante madre y princesa del pueblo Berebere, se daba a conocer por la cultura vocal y rural, ausentando sus pasos por las sendas de la historia, hasta el momento de su hallazgo.
Hoy día, la princesa de los bereberes, con una edad de más de tres mil quinientos años, datada del 1.600 a.C., es un hecho desde el hallazgo arqueológico de sus restos, en el año 1925, hallados en la colina próxima al oasis de Abalessa, de la región de Hoggar, en el sur argelino.
El lugar está ubicado como centro de una necrópolis rodeada de doce enterramientos, en forma de pequeñas torres. Son catalogados como los sepulcros de los Tuareg primigenios o fundadores; a tan solo 250 kms de Tassili. En una de estas doce torres, los arqueólogos franco-americanos Reygasse y Byron de Prorok, hallaron el osario de la princesa Tin-Hinan, con brazaletes de plata en ambos brazos, y un anillo con una hoja de oro, en su pecho. Indicando su cualidad monárquica o noble, restos de un traje de cuero, cubría su cuerpo superior, torso, y en su pelvis, perlas de diversos colores. El misterio se desencadenó, con el levantamiento de los huesos de la princesa berebere, presentando un esqueleto humano, femenino de más de tres metros de alto. Hoy día se encuentra, en el museo de El Bardo, Argel
La tradición oral tuareg (pueblo bereber), realiza unas afirmaciones que, en su soledad, son negadas por la mente razonada y lógica, a la vez, de por la ciencia e historia. Pero cuando atendemos a los restos de Tassili, las culturas de los dogones de Mali, de los Habbasis de EtiopÌa, o de los faraones egipcios, no podemos más que prestar atención, como si perteneciese su historia, a una era de la historia del hombre, aún no conocida por nuestra cultura.
Dicha tradición afirma que los fundadores del pueblo berebere, los hombres azules del Sahara, así hoy llamados por las tribus, debido a sus vestimentas, eran hombres y mujeres de gran estatura, como aparecen en los restos arqueológicos, y en los osarios, tanto de Marruecos, como de esta princesa Tin-Hinan. También afirman que habían llegado de Orión o Sirio, (nuevamente un referente astrológico, en las culturas prehistóricas, como ocurriera en Altamira y Lascaux. Hoy en día se sabe que los bisontes, caballos y otros animales dibujados en las grutas, representaban al Sol y a varios grupos de estrellas o constelaciones, como Orión, Sirio y “Pléyades”? y otras), pero su afirmación más explícita, es que ellos estaban emparentados con una princesa, que había conseguido escapar de la Atlántida, antes del cataclismo que la hundió.
Es este ideal, el ser hijos de la princesa atlante, el que da origen al término “Antal n Ti”, Atlantis, como ocaso del sol o lugar por donde el sol se oculta, que es lo que significa el término utilizado en lengua amazig, o también al titán griego Atlas.
El pueblo etíope también nos trae dicha información, cuando narran sus orígenes, los cuales estaban marcados por la esclavitud en la tierra atlante, de donde consiguieron escapar, para volver a su región natal, Etiopía. Su logro lo alcanzaron por la inestimable ayuda, de un ente celestial, al que ellos, misteriosamente llamaron “Abba”, padre celestial.
Los Tuareg (pueblo bereber o, Amazigh), se expandieron por toda la zona central de África, y durante siglos conservaron su lenguaje y civilización, mantenidas hasta hoy junto con su vestimenta de velo azul, como en los tiempos antiguos.
La lengua bereber, es de las más importantes lenguas del mundo antiguo, por su edad, de más de ocho mil años, y por ser fuente de grandes lenguas posteriores, como la hebrea, la islámica y para sorpresa del lector, la lengua fenicia.
En la llamada era de los carros, aproximadamente en el tres mil antes de Cristo, se dio la aparición de la actual lengua berebere, llamada tifinagh, que es una herencia o prolongación del antiguo alfabeto líbico, el cual se halla en grabados rocosos en las islas de Gran Canaria, representando así la presencia berebere en época antigua, como fundadora de la civilización de las islas Canarias, la raza de los guanches.
Esta nueva lengua, tifinagh, se irguió en lo que hoy es actualmente, como mezcolanza entre el ya nombrado alfabeto líbico y la lengua fenicia, que era una heredera del berebere antiguo, el líbico. Por lo que era fácil su mestizaje, acusado por los mercados y conquistas del gran imperio del este.
Referente a la comercialización, de la cultura berebere con los territorios colindantes, se han documentado hallazgos de comercio entre africanos y europeos, desde el 6000 a.C. Principalmente en Marruecos y en Orán, y para el cinco mil, hay rastros de mercado de cerámica.
Este dato, nos ofrece una visión del comercio mediterráneo, muy distinta a la tradicional, basada en el imperio fenicio, cabeza y causante, de los primeros impulsos de comercio exterior, en regiones europeas. Pero, vemos que no es así, ya las civilizaciones como los millares (Almería), que fue la más avanzada de Europa, tuvo un notable mercado con los bereberes.
En la Època llamada, edad de los carros, mayoritariamente dada en Marruecos, y zonas colindantes, es conocida como la invención y domesticación, por parte de esta cultura sahariana, del caballo y de la fabricación herrumbre del carro, el cual aparece en los pictogramas rocosos, con tiros de dos y hasta cuatro caballos. Este avance tecnológico, pionero en el mundo, de invención berebere, les permitió una rápida y grandiosa expansión, llegando desde Marruecos hasta el mismo Egipto, y con ellos, sus cultos, lenguas, costumbres y culturas.
Fue en esta Època, en la edad de los carros, y en la expansión berebere por todo el gran desierto sahariano, que ya se comenzaba a formar, obligando a sus habitantes a una gran movilización demográfica; cuando dispares culturas comenzaron la adoración solar. Los cultos solares, dados en esta Època, por toda Africa, no coinciden sólo en la entidad celeste, sino también en sus nombres o topónimos. En Egipto, se le llamó Amón-Ra, en los guanches de Tenerife, Achamon, entre los fenicios Baal Hammon. La presencia del culto solar, en toda Africa, en la Època de mayor extensión berebere, no es más que un reflejo de la aceptación de su cultura, por parte de los nuevos territorios. Ya que ellos, en su religión natal, no en el actual islamismo, tomaron al Sol, como un elemento fundamental en la religión y creencias de los Amazigh. La cual estaba compuesta por la creencia de espíritus y entidades naturales. El sol era el llamado ojo del cielo, o Ti.
Uno de los hechos históricos, que reflejan la importancia tanto del culto solar, como de la cultura berebere en Èl, está en la biografía del macedonio, Alejandro Magno. Tras la conquista del país egipcio, el general hizo uno de los hechos más misteriosos de su vida. Se dirigió al oasis de Siwa, en Egipto, donde se proclamó hijo de Amón-Ra, haciendo tallar monedas, de curso legal en su basto imperio, con su rostro y los cuernos de carnero del dios egipcio, mientras que renegó públicamente de la paternidad de su padre Filipo, rey de Macedonia.
Sobresale en esta historia el hecho de que Alejandro Magno, no tomara esta decisión en la ciudad de Tebas, capital del culto amonita, si no en el oásis de Siwa, que era una de las colonias más antiguas de la expansión berebere, que data de casi del tres mil antes de Cristo. Dejándonos entrever que para Èl, el centro del culto realmente se hallaba en aquel oásis, o al menos, de forma más nativa y virginal. Por lo que podemos afirmar, que Alejandro Magno, tenía un gran respeto por el pueblo berebere, y al proclamarse hijo de Amón, no debemos pensar en el dios egipcio, si no en el dios solar bereber. En el Ti, en el ojo del cielo.
Este hecho, nos otorga una pista de la verdadera intención del macedonio. Pues si su intención hubiese sido política, como gran señor de Egipto tras su conquista, hubiese elegido las ciudades imperiales que el país ofrece, tales como Tebas, Heliópolis..., pero al hacerlo en Siwa, realmente, Alejandro estaba realizando un acto religioso, de gran trascendencia para Èl. El misterio insondable es, ¿Por qué tenía tanta trascendencia el oasis de Siwa?
Tal vez la región dominada por los hijos de las mujeres que yacieron con los dioses, como aparece en las pinturas rupestres de Tassili, pertenecientes a la cultura berebere. Siendo por tanto, hermanos de Alejandro Magno, quien se crió con la idea de ser un hijo de un dios, y no de Filipo su padre, rey de Macedonia. Tal vez, solo tal vez, Alejandro Magno, en su impulso colonizador, y tras haber conquistado el gran imperio persa, y dominado Babilonia y Egipto, veía en su presente, la presencia la causa final, de ser un hijo de un dios. Y Alejandro necesitó que los hijos de los cielos, los bereberes de Siwa, lo nombraran hijo del Sol, de Amon-Ra, su padre, y que así lo reconocieran sus hermanos, los otros hijos del dios.
Los hechos aquí narrados, ofrecen una afirmación única, a la vez de indiscutible, Alejandro Magno conocía la cultura berebere y la egipcia, desde los ojos de los reyes pastores. Siendo esta la causa que le provocó su decisión de viajar hacia Siwa. Su conocimiento sobre los que allí vivían.
No es esta la única de las historias, que sobre el macedonio se han escrito. También, sobre Èl, se ha escrito que en una de sus aventuras, en la gran conquista de su basto imperio, Alejandro Magno buscó el agua de la vida. Deseando alcanzar la eternidad, hecho que le otorgaría su cualidad de hijo de Dios. Pero que no era así, si no más bien al contrario. Pues Alejandro Magno al visitar el oráculo de Delfos, tras su coronación como rey de Macedonia, por la muerte de su padre, Filipo II, o al menos, su padre político, fue conocedor de un hecho que le aterró, a la vez de llenarle de orgullo. Allí, en Delfos, el general fue avisado que sería una persona muy conocida en la historia, llegaría a ser como uno de los héroes de la antiguedad, pero la muerte en corta edad, le alcanzaría. Desde aquel día, la idea de alcanzar, de conquistar la cualidad de eternidad, no desapareció de su mente.
Tras su ritual en Siwa, en el templo de Amón, que allí por los últimos faraones había sido construido, Alejandro fijó uno de sus objetivos personales, hallar el lugar, donde las aguas de vida, y digo bien, aguas de vida, la misma expresión que es usada en la Biblia, para los ríos de Jerusalén, y en los textos antiguos para la ciudad sagrada de Ur, y en los mitos griegos de Cronos, las aguas de vida, les daría la eternidad.
Su búsqueda llegó hasta regiones subterráneas, en Babilonia. Cuando halló la hendidura, dejando detrás a sus ejércitos, se adentró en la oscura región. La hendidura se hallaba en una montaña, llamada Mushas, al filo del desierto. Durante doce días y doce noches, Alejandro caminó por una senda, de la región oscura, hallando el resplandor de un ángel, el cual, cuando junto a Èl estuvo, el resplandor se tornó en fuego. El ángel, desde aquel fuego, le preguntó por su persona, y sobre cómo había conseguido llegar hasta aquella recóndita región. La respuesta de Alejandro, fue extraña y simple. ìCon la ayuda de Dios!, su padre. En su respuesta, creyó haber llegado al paraíso, que era la región donde estaban estas aguas de vida eterna. Las aguas de Ur. La tierra de los dos rÌos.
Pero el ángel le contestó así; el agua de la vida está en otra parte, y quien quiera que beba de ella, aunque sea solo una gota, nunca morirá.
Para hallar el lugar donde estuviese el agua de vida, Alejandro buscó un sabio que conociera los secretos de su ubicación, que le ayudase. Fue un sabio árabe, quien sería recordado bajo el nombre de El Jidr, el perenne. Pues fue Èl, y no Alejandro, quien halló el agua de la vida, mientras que el macedonio dormía, en ellas se basó, conquistando la eternidad, en lugar del griego.
Al amanecer, Alejandro despertó, apresurándose en llegar a las aguas de vida. Las aguas estaban en un lugar, incrustado por zafiros, esmeraldas y jacintos. Allí, habían dos hombres pájaros, guardando el lugar, quienes le dijeron, “La tierra en la cual te encuentras, pertenece a Dios solo”. Fue allí, cuando el general advirtió que no podía cambiar su destino, y volvió con sus tropas.
Pero, de esta narración, nos quedan dos preguntas. ¿Por qué, hay tantos detalles, que se repiten en la historia sumeria de Gilgamesh, el rey pastor milenario sumerio, que alcanzó también el paraíso, y habló con Noé-Ziusudra, quien allí vivía en paz con su esposa, con vida eterna.? Y, ¿Por qué las descripciones, de estas regiones, vuelven a recordarnos la región Libia de Tassili?. Recordando que había reinos subterráneos como los de Tartessos que vivían, en las minas subterráneas, de cuevas y bajo tierra.
Aunque hay una tercera cuestión, que pocas veces es presentada. ¿Con qué autoridad y legitimidad genealógica, Alejandro Magno, se proclamó faraón de Egipto, e hijo de Amón- Ra, como los antiguos faraones, de la dinastía XIX?
Uno de los mitos, no históricos, que bañan la historia de Alejandro Magno, es su paternidad. …l nunca se consideró hijo de Filipo II. Este mito, une las tres posibilidades que aquí se presentan, que no es hijo del rey macedonio, que es hijo de un dios supremo, y que, atendiendo a la lógica y a la razón, tiene un padre carnal.
Este mito afirma, que su padre real, ni era Filipo, ni el dios Zeus-Amón. Si no un faraón, llamado Nectanebo I, quien reinó desde el 378 al 361 a.C. La vida política y militar del faraón, giró en rededor de la defensa de sus territorios, por los ataques del imperio persa. En estas guerras, tuvo contacto con guerreros mercenarios de Esparta y de Atenas.
El faraón no murió en Egipto, y se dice que viajó hasta Grecia, siendo amante de Olimpia, la madre de Alejandro Magno, siendo Èl su padre. Por lo que, el hijo sería un hijo de un dios, pues el faraón es considerado siempre, la encarnación de Amón-Ra, hijo de Amón y un legítimo al trono egipcio.
Fue así, como hijo de Nectanebo I, como los egipcios consideraron a Alejandro Magno, por lo que era un legítimo descendiente al trono egipcio. La leyenda también cuenta que fue el faraón, quien educó al joven príncipe macedonio, en las artes de la magia y la astrología. Pues Èl, el faraón, era un gran iniciado y maestro de los cultos mistéricos.
Volviendo a los malecones iniciales de este trabajo, la expansión ibero mauritana, desde la península en el 10.000 a.C., los movimientos migratorios, de estos cromañones, llegados a Marruecos desde la Península, se observan por los restos culturales y de subsistencia que Èstos dejaron a su paso. Uno de los restos más importantes y esclarecedores es la pintura rupestre.
En la península, tenemos el llamado arte rupestre levantino, que a diferencia del arte rupestre ibero-francés, (Altamira), Èste se realiza en el exterior, existe un predominio del movimiento y de la figuración del hombre, características no usadas en el arte norteño. Aquí se podrán observar cacerías, hombres domesticando animales, mujeres jugando, en contraposición de la pintura cantábrica, que es estática, sin acción en la expresión pictórica, y completamente ausente la figura humana.
El arte levantino surgió en el 10.000 a.C. llegando su uso hasta el 4.500 a.C. Època que se inició el calcolítico, con el predominio de objetos de cobre. El arte levantino es más que similar, al arte rupestre dado en el Sahara, por lo que en un principio se creyó que Èste no era autóctono de la península, si no provocado por una entrada de grupos capsienses en la penÌnsula. Pero las dataciones de estas pinturas se inician en España, en el 10.000 a.C., mientras que las del Sahara, se inician en el 9.000 a.C., son algo posteriores.
Una de las características principales del arte levantino, y del capsiense sahariano, es la presencia de animales zoomórficos, (tritones, centauros, unicornios, son figuras antropomórficas de animales que se repetirán a lo largo de la historia del hombre, en Grecia, Egipto, Roma, Sumer... ¿Casualidad o heredad?)
Pero destaca la imagen de un perro ayudando a la cacería, hallada en barranco de la Palla. Este mismo hecho, se hallar· en la pintura rupestre Líbica berebere. Un perro cazando, junto con la presencia de animales antropomórficos.
La expansión del arte levantino, abarca desde los Pirineos hasta Granada, pasando por Cataluña, Aragón, Valencia, Murcia, Almería.
Bibliografía: Libro; Tartessos capital del Edén, autor: José García Velázquez, editorial Amazon.
